1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS
PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
Desde siempre la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el
seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando
también el aspecto corporal de este suceso.
El Concilio de Letrán, ya en el año 649 nos dice: Jesús fue
concebido absque semine ex Spiritu Sancto, esto es, sin semilla de
varón, por obra del Espíritu Santo.
Los Santos Padres ven en la concepción virginal el signo de que es
verdaderamente el Hijo de Dios el que se ha encarnado en una humanidad como la
nuestra:
San Ignacio de Antioquía a comienzos del siglo II dice: «Estáis
firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza
de David según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios,
nacido verdaderamente de una virgen. Fue verdaderamente clavado por nosotros en
su carne bajo Poncio Pilato padeció verdaderamente, como también resucitó
verdaderamente».
Por su parte los relatos
evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa
toda comprensión humana: "Lo concebido en ella viene del Espíritu
Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada. Y la
Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta
Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo".
2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU
PRIMA SANTA ISABEL
La mirada de la fe, unida al conjunto de
la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su
designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se
refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la
aceptación por María de esta misión para con los hombres.
María Santísima es portadora de Dios y
su primera acción después de la encarnación es llevarlo en su seno junto a su
prima Isabel
La virginidad de María manifiesta la
iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más
que a Dios. El Concilio del Friul, año 796 nos dice: "La naturaleza
humana que asumió no le ha alejado jamás de su Padre; Uno y el mismo es el Hijo
de Dios y del hombre, por naturaleza Hijo del Padre según la divinidad; por
naturaleza Hijo de la Madre según la humanidad, pero propiamente Hijo del Padre
en sus dos naturalezas".
3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la
Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto
del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos
de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de
la Iglesia celebra a María como la Aeiparthénon, la
"siempre-virgen".
A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y
hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no
referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José
"hermanos de Jesús" son los hijos de una María discípula de Cristo
que se designa de manera significativa como "la otra María". Se trata
de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo
Testamento, puesto que no había otra palabra en el vocabulario hebreo más que “hermano”
para designar cualquier tipo de parentesco.
Jesús es el Hijo único de María. Y la maternidad espiritual de María se extiende a
todos los hombres a los cuales Él vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al
que Dios constituyó el Primogénito entre muchos hermanos, es decir, de los
creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre".
Cuando un hebreo dice “primogénito” quiere decir “primero”, pero eso no
implica que haya más hermanos después de él. S. Jerónimo lo explica así: “Todo
unigénito es primogénito, pero no todo primogénito es unigénito”.
4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y
LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
María Santísima se acerca al Templo a
cumplir el precepto de la Ley por obediencia a la Ley, no por necesidad suya,
ya que era toda pura y no tenía necesidad de purificarse. A su vez Jesús es
presentado en el Templo como el Primogénito. Jesús fue concebido por obra del
Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán que
inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es
terreno; el segundo viene del cielo". La humanidad de Cristo, desde su
concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu
sin medida". De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida,
"hemos recibido todos gracia por gracia".
Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo
nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. Nuestra
participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de
carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios". Esta es la vida que recibimos
en los Sacramentos y la recepción de esta vida es virginal porque toda ella es
dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal del alma de cada persona con
relación a Dios se lleva a cabo perfectamente y en la maternidad virginal de
María. Ella es imagen anticipada de lo que ocurre en cada alma que recibe la
vida de la gracia, es decir, de cada alma que se une a Dios a través de los
Sacramentos.
5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe no
adulterada por duda alguna y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe
es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador. Dice San Agustín: Beatior
est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi "Más
bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su
seno la carne de Cristo"
María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más
perfecta realización de la Iglesia: "La Iglesia se convierte en Madre por
la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo,
engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu
Santo y nacidos de Dios. También la Iglesia es virgen que guarda íntegra y pura
la fidelidad prometida al Esposo".
Nosotros, como miembros de la Iglesia, debemos imitar a la Santísima
Virgen María en todas sus virtudes. Hoy nos hemos centrado en la Perpetua
Virginidad de María con la intención de reparar las blasfemias que los herejes
propagan contra la más excelsa virtud con que Dios adornó a su Santísima Madre.
Ha de servirnos la meditación de esta virtud para cuidar nuestra vida
de unión con Dios a través de los Sacramentos. Este es el fin último del hombre
tanto en la tierra como en el cielo: la unión íntima y perfecta con la
Santísima Trinidad.
(Los párrafos de cada misterio han sido tomados de los puntos del CIC 496-507)