CULTO DE ESPECIAL VENERACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Primer sábado en reparación al Corazón Inmaculado de María ofrecido para reparar las ofensas de los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes



1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la «Llena de gracia» sin honrar en sí mismo el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión en El, la inhabitación del Espíritu. Esta gracia divina alcanza a todo el hombre y lo hace conforme a la imagen del Hijo. La Iglesia católica, basándose en su experiencia secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre hacia la conquista de su plenitud.

2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL
"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada": "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano". La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. [...] Este culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente";  encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios  y en la oración mariana, como el Santo Rosario.
La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano. La veneración que la Iglesia ha dado a la Madre del Señor en todo tiempo y lugar -desde la bendición de Isabel hasta las expresiones de alabanza y súplica de nuestro tiempo- constituye un sólido testimonio de su «lex orandi» y una invitación a reavivar en las conciencias su «lex credendi».

3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
Culto a la Virgen de raíces profundas en la Palabra revelada y de sólidos fundamentos dogmáticos: la singular dignidad de María «Madre del Hijo de Dios y, por lo mismo, Hija predilecta del Padre y templo del Espíritu Santo; por tal don de gracia especial aventaja con mucho a todas las demás criaturas, celestiales y terrestres»
La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar «los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos».  Virtudes sólidas, evangélicas: la fe y la dócil aceptación de la palabra de Dios ; la obediencia generosa ; la humildad sencilla; la caridad solícita; la sabiduría reflexiva; la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos, agradecida por los bienes recibidos, que ofrecen en el templo, que ora en la comunidad apostólica; la fortaleza en el destierro, en el dolor; la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor; el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz; la delicadeza provisoria; la pureza virginal; el fuerte y casto amor esponsal. De estas virtudes de la Madre se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. Y tal progreso en la virtud aparecerá como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que brota del culto tributado a la Virgen.

4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos", aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:
«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo»

5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
María brilla en todo: su cooperación en momentos decisivos de la obra de la salvación; su santidad, ya plena en el momento de la Concepción Inmaculada;  su misión y condición única en el Pueblo de Dios, del que es miembro eminentísimo, ejemplar acabadísimo y Madre amantísima;  su incesante y eficaz intercesión a los fieles que la suplican, aún a aquellos que ignoran que son hijos suyos; su gloria que ennoblece a todo el género humano, en efecto, María es de nuestra estirpe que ha compartido en todo, como mujer humilde y pobre, nuestra condición.
Añadiremos que el culto a la bienaventurada Virgen María tiene su razón última en el designio insondable y libre de Dios, el cual siendo caridad eterna y divina (cf. 1Jn 4, 7-8.16), lleva a cabo todo según un designio de amor: la amó y obró en ella maravillas (cf. Lc 1, 49); la amó por sí mismo, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dio a nosotros.

Textos tomados del CIC y MARIALIS CULTUS (exhortación apostólica de Pablo V en 1974)

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¿Por qué 5 Sábados?
 Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1-  Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2-  Blasfemias  contra su virginidad.
3-  Blasfemias contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4-  Blasfemias de los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5-  Blasfemias de los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”
"He aquí hija mía, porque ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".

Con estas palabras que nos dirige este Hijo incomparable respecto de su Madre única en todo, terminamos estos cinco primeros sábados de reparación a su Corazón Inmaculado.

Quedémonos hoy con las palabras de Jesús: “En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas". 

Animémonos a ofrecerle a partir de ahora y de una manera especialmente cercana y filial, oraciones y sacrificios de reparación. Es Dios mismo quien lo pide y si hacemos esto para con la Madre de Dios y Madre nuestra, aunque no hiciéramos nada más en toda nuestra vida, sólo por esto estaría ya justificada nuestra existencia.

¡AVE MARÍA PURÍSIMA!

EL AMOR FILIAL A NUESTRA MADRE INMACULADA

Primer sábado en reparación al Corazón Inmaculado de María ofrecido para reparar las ofensas de los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.



1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
El Dogma de la Maternidad Divina consiste en que la Virgen María es Verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a la luz de Jesucristo, no en cuanto a su Naturaleza Divina, sino en cuanto a la Naturaleza humana que había asumido. La Iglesia afirma este Dogma desde siempre, y lo definió solemnemente en el Concilio de Éfeso (Siglo V).
El Dogma de la Inmaculada Concepción consiste en que la Virgen fue preservada inmune e la mancha del pecado original desde el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano Esta verdad fue proclamada como Dogma de fe por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.
El Concilio Vaticano II menciona la verdad de la maternidad Divina de María con las siguientes palabras: “Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con súplicas en todos sus peligros y necesidades” (Const. Dogmática Lumen Pentium, n, 66)
Y dice S. Efrén que “La devoción a la Virgen es la llave del Paraíso”.


2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL
La virgen, inspirada por el Espíritu Santo visitó a su prima Santa Isabel para servirle, ya que Isabel había concebido un hijo en su vejez. A este hecho se le llama la visitación.
La Virgen recorrió unos ciento cincuenta kilómetros, desde Nazaret a una pequeña ciudad de Judea llamada Ain-Karim, situada en la montaña a unos tres kilómetros de Jerusalén. El recorrido duró cuatro o cinco días.
Santa Isabel, llena del Espíritu Santo, recibió a la Virgen con estas palabras: Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de ti vientre. Y ¿de dónde a mi tanto bien que venga la madres de mi Señor a visitarme? Pues lo mismo fue penetrar la voz de tu salutación en mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre. ¡Oh, bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que han dicho de parte del Señor (S. Lucas 1, 42-45).
Dice S. Germán que “La Protección de María es más grande y poderosa de lo que podemos nosotros entender”.

3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
La Virgen María nos dio a Jesús en Belén y Jesús nos dio a María en el Calvario.
Jesús mirando a la Virgen y San Juan, que también estaba allí, dijo a su Santísima Madre; “Mujer, ahí tienes a tu hijo”; Después, dirigiéndose al discípulo amado, dijo; “Ahí tienes a tu madre
Con estas palabras Jesucristo quiere decir a su Madre bendita no se queda sola y la encomienda a San Juan, por su parte, la Virgen será, a partir de ese momento, la Madre espiritual de San Juan y de todos los cristianos, pues ese apóstol nos representaba a todos.
La devoción a la Virgen es necesaria para salvarnos, pero con necesidad moral, que se apoya en el querer de Dios que nos dio como Madre.
Como buenos hijos suyos, hemos de venerarla, invocarla, imitarla y amarla. Imitamos a la Virgen a través de todas sus virtudes, pues todas las vivió en el mayor grado posible.
En Concilio Vaticano II dice: “Los fieles aún se esfuerzan por crecer en santidad venciendo al pecado; por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda su comunidad de los elegidos como modelo de virtudes” (Const. Dogmática Lumen Gentiun, n 65)
Y S. Bernardino de Siena  dice que “María es la dispensadora de todas a las gracias y la gracia de nuestra salvación viene por sus manos”.


4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
La Virgen y San José presentaron al Niño Jesús en el Templo porque con ello estaban obedecieron un mandato que Dios había hecho a Moisés; que todo varón primogénito fuera presentado en el templo.
La Virgen se presentó en el templo para purificarse porque también quiso someterse a la Ley de Moisés, que ordenaba a las madres israelitas que no entran en el Templo sino después de cuarenta días del nacimiento del hijo. La Virgen purísima no tenía necesidad de purificarse; lo hizo para enseñarnos a amar la Ley de Dios. Este hecho se conoce como la Purificación de Nuestra Señora.
La Santísima Virgen María agradó en todo a Dios Nuestro Señor porque le mostró su amor obedeciéndolo en todo y fue de tal grado esta entrega absoluta a Su Voluntad que el lugar que ocupa respecto de nosotros en la Salvación eterna es fundamental.
Nos dice  S. Jerónimo que "Dios no nos salvará sin la intercesión de María”.


5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
La virgen y San José buscaron a Jesús tres días y, al cabo de este tiempo, le hallaron en medio de los Doctores de la Ley, oyéndoles y preguntándoles. La Virgen le dijo a Jesús: Hijo ¿Por qué te has portado así con nosotros? Mira como tu padre y yo, llenos de aflicción, te hemos andado buscando. (S. Lucas 2, 48).
La Virgen María y San José buscaron sin descanso al Niño Jesús hasta que lo encontraron. Ahora desde el Cielo no dejan de buscar a tantos niños apartados de los brazos de Dios.
Por desgracia son muchos los que trabajan por apartar a los más inocentes de la bondad y el amor de Dios y de su Santísima Madre
Para reparar al Corazón Inmaculado de María de las ofensas que recibe de esas personas que procuran infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia Ella hemos ofrecido hoy el Santo Rosario, la Confesión y la Comunión que recibiremos dentro de un momento en la Santa Misa.
Roguemos también por todos esos niños que son apartados de los brazos de su Madre del Cielo y que de esta manera son alejados del camino de su Salvación.
Nos dice San Bernardo que "La Devoción a María es señal de salvación eterna”

Y san Fulgencio que “María es la escala misteriosa por la cual Dios baja a la tierra y los hombres suben al Cielo”.

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Primer sábado en reparación al Corazón Inmaculado de María 
ofrecido para reparar las blasfemias contra la Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como la Madre de los hombres.


1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA

"María sabe que el que lleva por nombre Jesús ha sido llamado por el Ángel Hijo del Altísimo (Luc 1:32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;) María sabe que lo ha concebido y dado a luz "sin conocer varón", por obra del Espíritu Santo, con el poder del Altísimo, que ha extendido su sombra sobre Ella. (Luc 1,35) María sabe que el Hijo dado a luz virginalmente, es precisamente aquel "Santo", el "El Hijo de Dios", del que le ha hablado el Ángel. (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, n 17)

María es verdadera Madre, ya que ella fue participe activo de la formación de la naturaleza humana de Cristo, de la misma manera en la que todas las madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque Jesús es verdadero Hombre.

San Irineo: “Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre fue dado a luz por una Virgen”


2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

39.En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40.entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41.Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; 42.y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43.y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? 44. Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.

 “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...” Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como ella oró por sí misma: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”. 

San Gregorio de Nacianceno: “Si alguno no reconoce a Santa María como Maria Madre de Dios, es que se halla separado de Dios”


3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN

María es verdaderamente “Madre de Dios'' porque es la Madre del Hijo Eterno de Dios hecho Hombre, que es Dios mismo.

En palabras del papa Pablo VI, "el tiempo de navidad es una conmemoración prolongada de la maternidad divina, virginal y salvífica de aquella cuya virginidad inviolada dio el Salvador al mundo". La fiesta de la maternidad Divina es un resumen y una exaltación de este misterio. Tiene por finalidad "exaltar la singular dignidad que este misterio reporta a la santa Madre a través de la cual recibimos al Autor de la vida (Marialis cultus, 5).

San Hipólito: “El Verbo descendió del cielo a la Santísima Virgen para que, encarnado en Ella y hecho hombre  en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido” 


4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Los padres griegos aplicaron a María el título Theotokos (portadora de Dios) ya en el siglo III. Los concilios de Efeso y de Calcedonia defendieron este título. En Occidente, María fue venerada de forma similar como Dei Genitrix (Madre de Dios). En el antiguo canon romano es conmemorada como la "siempre virgen madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios".

Además de su función como "Portadora de Dios", está su maternidad espiritual respecto de la humanidad. Como Eva fue la "madre de todos los hombres" en el orden natural, María es madre de todos los hombres en el orden de la gracia. Al dar a luz a su primogénito, parió también espiritualmente a aquellos que pertenecerían a él, a los que serían incorporados a él y se convertirían así en miembros suyos. El es el "primogénito entre muchos hermanos", la Cabeza de la humanidad redimida, el representante de la humanidad que une todas las cosas en él.

Clemente de Alejandria Siglo III.  Concluye en su exegesis cristológico que Cristo es theanthropos (Dios-hombre); explica la communicatio idiomatum; María es Madre de Dios (conclusión de esta doctrina).


5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús", María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" desde antes del nacimiento de su hijo. En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios ["Theotokos"].

San Bernardo: “El único nacimiento de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual El sabía que había que serle conveniente y agradable”(Homilía sobre la Virgen Madre,2)

(Los párrafos de cada misterio han sido tomados de los puntos del CIC 495, 2677 y 509. De las catequesis del P. Raúl Alonso y de los Santos Padres)


Hoy nos hemos centrado en la Maternidad Divina con la intención de reparar las blasfemias que los malos hijos propagan contra la más excelsa y buena Madre que jamás hubo ni habrá y que también, lo crean o no, lo quieran o no, es su propia Madre. Fue Jesucristo mismo quien nos la dio por Madre como herencia en el momento supremo de su agonía.

Es evidente que cada uno de nosotros tenemos una madre que nos transmitió la vida y nos crió y hacia cada una de nuestras madres tenemos una seria obligación de agradecimiento por los trabajos que pasaron por nosotros.

Pero todos nosotros, como hijos de Dios y hermanos de Cristo, tenemos una Madre común hacia la que nos obliga todavía una mayor correspondencia que hacia nuestra madre de la tierra. Debemos tratar a María Santísima como a verdadera Madre y hacia Ella tenemos una gravísima obligación de amor y agradecimiento.

Es la Madre que nos transmite la Vida Divina, es gracias a Ella que obtendremos la Vida Eterna. Es María Santísima la que nos regaló a Jesucristo, el Redentor que nos abrió las puertas del Cielo y nos devolvió la amistad con Dios. Sin María no habríamos tenido a Jesús. No podríamos tratar a Jesucristo como a hermano mayor. No podríamos tratar a Dios como Padre!

María Santísima es verdadera Madre de Dios y verdadera Madre nuestra. Hemos ser para Ella el hijo bueno, el que siempre obedece, el que nunca disgusta su Corazón, el que sirve de apoyo y consuelo. Debemos ser para María Santísima como otro Jesús que la amemos, respetemos y obedezcamos con toda la fuerza de nuestros corazones y voluntades.


SOMOS DE DIOS

¿Quién entenderá el corazón humano? 
Solamente quien lo creó lo conoce.

Lo mismo que una máquina la conoce a la perfección quien la construyó y no quien la quiere utilizar. Lo mismo que una casa la conoce quien vive en ella y no quien entra de visita, así Dios conoce nuestro corazón.

Igual que el rebaño es querido por su dueño y a cada oveja la llama por su nombre y ellas le conocen. Igual que el pastor guarda a sus ovejas y las lleva a verdes prados. Igual que el dueño del rebaño conduce en brazos a las enfermas, así ama Dios a cada uno de sus elegidos.

Sólo él es el Buen Pastor, y no el asalariado que enseguida se cansa del frío o del calor, que se queja del jornal que le dan o de la comida que se lleva al campo.
El asalariado no corre tras la oveja perdida, eso sólo lo hace el Buen Pastor que de verdad ama y da la vida por cada una de ellas.
El Buen Dios es el único pastor de las almas que lleva a sus ovejas en brazos, mientras el asalariado las lleva a golpes de cayado. Sólo Él conoce cada corazón.
¡¿Cómo confundir el golpe del asalariado con la caricia del Pastor?!
¡¿Cómo alejarse del Buen Dios por culpa de los malos pastores?!
Hay almas que se alejan del rebaño escandalizadas por algún asalariado, …¡pobre asalariado!  ¿cuál será la mirada que le dirija el Dueño del rebaño cuando le tenga que rendir cuentas de sus ovejas?
Hermanos, recemos con toda la intensidad que podamos por los malos pastores, porque mucha y grande es la cuenta que tendrán que dar a Dios. Porque si mucho se les confió, mucho más se les exigirá.

 La gran pena del corazón de Cristo son estos pastores, poco virtuosos, que hacen huir a las ovejas a golpe de cayado, que predican lo que no cumplen y son la mayor causa de escándalo para nuestra Madre la Iglesia.

Cuando Jesús hace confidencias a los Santos siempre les habla de estas espinas que tanto hieren su Corazón. Nuestra actitud ha de ser rezar por ellos, y así lo pide Jesús a los Santos: que ofrezcan cualquier sufrimiento o contrariedad por sus almas, para que Dios se apiade de ellos y para que cuantos los contemplen, no vean en ellos más que a miserables criaturas de barro y se den cuenta de que el asalariado no es el Pastor, sino un empleado a quien se le confió parte del rebaño.

Esto no debe ser motivo para que las ovejas se alejen del rebaño. Si hay ovejas que sufren los golpes del mal pastor y sienten flojear las fuerzas, han de pensar que SOMOS DE DIOS y nada ni nadie nos apartará de su lado, Él siempre da la fortaleza necesaria para perseverar. No abandonemos nosotros ni dejemos que nadie abandone el redil por culpa de asalariados, recemos por ellos, que con eso agradamos mucho a Dios y consolamos en gran manera al Buen Pastor, al Corazón de Cristo coronado de las espinas.

Comportémonos como verdaderos hermanos, ovejas del mismo redil, y si conocemos ovejas que sufren a malos pastores, ayudemos a caminar a estas almas en este viaje de la vida porque Dios no quiere que nadie se pierda por el camino. Gracias a Dios, en la Iglesia hay también buenos pastores, llevemos a las almas hacia estos buenos amigos de Cristo, siervos fieles y cumplidores. Buenos pastores que aman y dan la vida por el rebaño.

LA PERPETUA VIRGINIDAD DE MARÍA

Primer sábado en reparación al Corazón Inmaculado de María
ofrecido en reparación por las blasfemias contra su Virginidad.



1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
Desde siempre la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso.
El Concilio de Letrán, ya en el año 649 nos dice: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto, esto es, sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo.
Los Santos Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que se ha encarnado en una humanidad como la nuestra:
San Ignacio de Antioquía a comienzos del siglo II dice: «Estáis firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza de David según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios, nacido verdaderamente de una virgen. Fue verdaderamente clavado por nosotros en su carne bajo Poncio Pilato padeció verdaderamente, como también resucitó verdaderamente».
Por su parte los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión humana: "Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada. Y la Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo".

2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL
La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres.
María Santísima es portadora de Dios y su primera acción después de la encarnación es llevarlo en su seno junto a su prima Isabel
La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios. El Concilio del  Friul, año 796 nos dice: "La naturaleza humana que asumió no le ha alejado jamás de su Padre; Uno y el mismo es el Hijo de Dios y del hombre, por naturaleza Hijo del Padre según la divinidad; por naturaleza Hijo de la Madre según la humanidad, pero propiamente Hijo del Padre en sus dos naturalezas".
  
3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la Aeiparthénon, la "siempre-virgen".
A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" son los hijos de una María discípula de Cristo que se designa de manera significativa como "la otra María". Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento, puesto que no había otra palabra en el vocabulario hebreo más que “hermano” para designar cualquier tipo de parentesco.
Jesús es el Hijo único de María. Y  la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres a los cuales Él vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el Primogénito entre muchos hermanos, es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre".
Cuando un hebreo dice “primogénito” quiere decir “primero”, pero eso no implica que haya más hermanos después de él. S. Jerónimo lo explica así: “Todo unigénito es primogénito, pero no todo primogénito es unigénito”.
  
4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
María Santísima se acerca al Templo a cumplir el precepto de la Ley por obediencia a la Ley, no por necesidad suya, ya que era toda pura y no tenía necesidad de purificarse. A su vez Jesús es presentado en el Templo como el Primogénito. Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán que inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo viene del cielo". La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida". De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida, "hemos recibido todos gracia por gracia".
Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. Nuestra participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios". Esta es la vida que recibimos en los Sacramentos y la recepción de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal del alma de cada persona con relación a Dios se lleva a cabo perfectamente y en la maternidad virginal de María. Ella es imagen anticipada de lo que ocurre en cada alma que recibe la vida de la gracia, es decir, de cada alma que se une a Dios a través de los Sacramentos.

5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe no adulterada por duda alguna y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador. Dice San Agustín: Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi  "Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo"
María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia: "La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También la Iglesia es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo".


Nosotros, como miembros de la Iglesia, debemos imitar a la Santísima Virgen María en todas sus virtudes. Hoy nos hemos centrado en la Perpetua Virginidad de María con la intención de reparar las blasfemias que los herejes propagan contra la más excelsa virtud con que Dios adornó a su Santísima Madre.
Ha de servirnos la meditación de esta virtud para cuidar nuestra vida de unión con Dios a través de los Sacramentos. Este es el fin último del hombre tanto en la tierra como en el cielo: la unión íntima y perfecta con la Santísima Trinidad.
  
(Los párrafos de cada misterio han sido tomados de los puntos del CIC 496-507)