BEATÍSIMO PADRE: ¡CORRESPONDEREMOS A VUESTRO AMOR!



BEATÍSIMO PADRE:
Embargados por la emoción que brota en nuestros corazones, fruto de nuestra condición de hijos de Dios, discípulos de Cristo y miembros de su Cuerpo Místico que es la Iglesia, elevamos públicamente nuestra acción de gracias al Señor por Vuestra Santidad.

Santo Padre, Vos sois el Sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo, el Pastor de la Iglesia universal. Sois el “Dulcísimo Cristo en la tierra”. Por eso, guiados por la luz de la fe, os abrimos de par en par nuestros corazones y hacemos pública profesión de amor, de veneración y de obediencia filial hacia Vuestra Santidad. Así lo exige nuestra fe católica y nuestra firme confianza en las promesas de Nuestro Señor Jesucristo: “En verdad, en verdad os digo que quien recibe al que yo enviare, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a quien me ha enviado” (Jn 13, 20). Es el mismo Señor quien ha prometido a su Iglesia: “Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo” (Mc 28, 20).

Esta exigencia de nuestra fe católica, lejos de ser un yugo o una pesada carga, es exigencia dulcísima y reconfortante, pues nuestros corazones descansan confiados en la Providencia del Padre celestial que de todos cuida con amor, en la asistencia infalible del Espíritu Santo que es el alma de la Santa Iglesia, que la guía y que la conduce sabiamente por los mares de la intrincada historia humana, y en la gracia de Aquél que es Cabeza del Cuerpo Místico y Esposo de la misma Iglesia.

Damos gracias a Dios nuestro Señor por haber elegido a Vuestra Santidad, otorgándonos en Vuestra persona un padre en la fe que nos pastoreará en el Nombre de Cristo y nos guiará hasta las fuentes de agua viva que manan sin término del Corazón del Buen Pastor. Y os agradecemos Vuestro gesto de fe, de confianza y de amor, al aceptar tomar en Vuestras manos la tremenda responsabilidad del poder de las llaves.

¡No os va a faltar nunca la oración de Vuestros hijos en la fe!
¡Estad seguro de que la Iglesia entera ora por Pedro, ora por Vos!
¡Estad seguro que corresponderemos a Vuestra petición de orar los unos por los otros y de pedir al Señor que Os bendiga!
¡Estad confiado, Beatísimo Padre, en que la Madre de la Iglesia a la que habéis invocado y orado desde el primer instante de Vuestro Pontificado, velará en todo momento por Vos y os cobijará en su Corazón Inmaculado con el mismo amor con que lo hizo con su Divino Hijo!
¡Estad confiado, porque Vos sois el hijo predilecto de la Virgen Santísima, pues sois el Dulce Cristo en la tierra!

Acudimos también a vuestro Santo Patrono, el Pobrecillo de Asís, el Seráfico Francisco, para que con su intercesión ayude a que se cumplan los deseos de Vuestra Santidad respecto del camino que hoy iniciamos juntos los hijos de la Iglesia en esta nueva etapa: “Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros”. Pidiendo siempre los unos por los  otros, rezando por todo el mundo, para que haya una gran hermandad.

Sí, que el Seráfico nos alcance para todos los hijos de la Iglesia y aún para cuantos viven alejados de Dios, la gracia de la humildad, la gracia de un corazón dispuesto verdaderamente hacia la conversión. Que nos  alcance la gracia de que Dios sea realmente nuestro todo. Que cada uno de los miembros de la Iglesia nos sintamos como él invitados a poner lo mejor de nosotros mismos y así colaborando con la gracia de Dios que nunca ha de faltar, reparemos la Iglesia del Señor, que sea reparado el templo de Dios que somos cada uno de nosotros.

Sí, que la imagen de Cristo sea reparada en nuestras almas afeadas por el pecado.
Que la imagen de Dios sea reparada  en cada pecador por medio de la conversión, pero también por medio  del amor, de la acogida y del perdón fraternalmente ofrecidos.

Que la imagen de Dios sea reparada en cada uno y en todos los hijos de Dios que viven bajo la tiranía del Maligno, quien como homicida y enemigo del Cristo, no cesa en su nefasta y tenebrosa actividad de llenar el mundo de injusticias, violencia, envidias, calumnias, toda clase de odios y maldades.

¡Que la imagen de Dios sea reparada en todos los pobres de la tierra!
¡Que la imagen de Dios sea reconocida y respetada en cada vida humana desde el primer instante de su existencia hasta su ocaso natural!
¡Que el Pobrecillo de Asís nos alcance en esta hora, para la Iglesia y para el mundo entero,  los dones de la Paz y el Bien!

Beatísimo Padre, ¡contad con la colaboración sincera y humilde de Vuestros hijos para reparar la Iglesia de Cristo conforme a los deseos de Nuestro Señor!
¡Contad con la oración, pero también con el dolor y con los sufrimientos de cada día humildemente ofrecidos por la causa de Cristo, por la causa de la Iglesia, por la causa de la extensión del reino de Dios, que es la causa del hombre que Dios ha venido a redimir y a salvar!

Cada uno de nosotros, Santidad, somos la oveja que Cristo pone en vuestras manos para que nos carguéis sobre vuestros hombros como el Buen Pastor.
¡Defended con fuerza y valentía el rebaño de Dios de la amenaza de los lobos!
¡Defended, Santo Padre, el rebaño del Señor como el Pobrecillo Francisco defendió la ciudad de Gubbio del lobo que sembraba el pánico y el terror!
¡Defendednos, Santo Padre, con las armas de la fe, con el gozo de la esperanza y con el bálsamo de la caridad!
¡Defendednos, pues Vos sois la roca visible contra la que habrá de estrellarse el Maligno con todos sus seguidores!

¡Vos sois la roca visible contra la que habrán de estrellarse todos los planes y maquinaciones de los hombres de corazón perverso que traman mal contra sus hermanos!
¡Defendednos y bendecidnos, Beatísimo Padre Francisco, con la gracia y el auxilio de Nuestro Señor, de su Madre Santísima y de la Iglesia triunfante!
¡Defendednos y bendecidnos, Dulcísimo Cristo en la tierra!
Que el Señor Os colme de Paz, de Gracia y de Bendición.
¡Paz y Bien!
P. Manuel María de Jesús