CULTO DE ESPECIAL VENERACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Primer sábado en reparación al Corazón Inmaculado de María ofrecido para reparar las ofensas de los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes



1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN LAS PURÍSIMAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la «Llena de gracia» sin honrar en sí mismo el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión en El, la inhabitación del Espíritu. Esta gracia divina alcanza a todo el hombre y lo hace conforme a la imagen del Hijo. La Iglesia católica, basándose en su experiencia secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre hacia la conquista de su plenitud.

2. LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL
"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada": "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano". La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. [...] Este culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente";  encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios  y en la oración mariana, como el Santo Rosario.
La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano. La veneración que la Iglesia ha dado a la Madre del Señor en todo tiempo y lugar -desde la bendición de Isabel hasta las expresiones de alabanza y súplica de nuestro tiempo- constituye un sólido testimonio de su «lex orandi» y una invitación a reavivar en las conciencias su «lex credendi».

3. EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
Culto a la Virgen de raíces profundas en la Palabra revelada y de sólidos fundamentos dogmáticos: la singular dignidad de María «Madre del Hijo de Dios y, por lo mismo, Hija predilecta del Padre y templo del Espíritu Santo; por tal don de gracia especial aventaja con mucho a todas las demás criaturas, celestiales y terrestres»
La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar «los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos».  Virtudes sólidas, evangélicas: la fe y la dócil aceptación de la palabra de Dios ; la obediencia generosa ; la humildad sencilla; la caridad solícita; la sabiduría reflexiva; la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos, agradecida por los bienes recibidos, que ofrecen en el templo, que ora en la comunidad apostólica; la fortaleza en el destierro, en el dolor; la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor; el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz; la delicadeza provisoria; la pureza virginal; el fuerte y casto amor esponsal. De estas virtudes de la Madre se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. Y tal progreso en la virtud aparecerá como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que brota del culto tributado a la Virgen.

4. LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos", aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:
«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo»

5. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
María brilla en todo: su cooperación en momentos decisivos de la obra de la salvación; su santidad, ya plena en el momento de la Concepción Inmaculada;  su misión y condición única en el Pueblo de Dios, del que es miembro eminentísimo, ejemplar acabadísimo y Madre amantísima;  su incesante y eficaz intercesión a los fieles que la suplican, aún a aquellos que ignoran que son hijos suyos; su gloria que ennoblece a todo el género humano, en efecto, María es de nuestra estirpe que ha compartido en todo, como mujer humilde y pobre, nuestra condición.
Añadiremos que el culto a la bienaventurada Virgen María tiene su razón última en el designio insondable y libre de Dios, el cual siendo caridad eterna y divina (cf. 1Jn 4, 7-8.16), lleva a cabo todo según un designio de amor: la amó y obró en ella maravillas (cf. Lc 1, 49); la amó por sí mismo, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dio a nosotros.

Textos tomados del CIC y MARIALIS CULTUS (exhortación apostólica de Pablo V en 1974)

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¿Por qué 5 Sábados?
 Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1-  Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2-  Blasfemias  contra su virginidad.
3-  Blasfemias contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4-  Blasfemias de los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5-  Blasfemias de los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”
"He aquí hija mía, porque ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".

Con estas palabras que nos dirige este Hijo incomparable respecto de su Madre única en todo, terminamos estos cinco primeros sábados de reparación a su Corazón Inmaculado.

Quedémonos hoy con las palabras de Jesús: “En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas". 

Animémonos a ofrecerle a partir de ahora y de una manera especialmente cercana y filial, oraciones y sacrificios de reparación. Es Dios mismo quien lo pide y si hacemos esto para con la Madre de Dios y Madre nuestra, aunque no hiciéramos nada más en toda nuestra vida, sólo por esto estaría ya justificada nuestra existencia.

¡AVE MARÍA PURÍSIMA!